miércoles, 5 de noviembre de 2014

Preocupación en Ítaca

Hace mucho tiempo en una isla muy lejana, una civilización se encontraba azotada por las honestas y sinceras fuerzas de la naturaleza. La evacuación era inminente, pero en la colina más alta se apostaba un hombre, que consumido por los celos, la inseguridad y la inculpabilidad, miraba hacia el cielo mientras lo demás se alejaba poco a poco con sus pertrechos. 

Su fe y confianza hacían dejar pasar por delante suya manos que le ofrecían su ayuda para rescatarlo y sacarlo de allí, pero el las rehuye, y sigue mirando hacia arriba. La situación cada vez se vuelve más difícil, las oportunidades desaprovechadas aumentan. Observa como poco a poco todo aparentemente se derrumba a sus pies, pero el con sus sentidos es capaz de ver la esencia y percibir de forma natural y química todo lo que le rodea, lo distrae y lo perturba. Vuelta de nuevo su mirada al cielo.

 La situación se vuelve crítica, pero siente que una vez que todo pase estará aliviado, se sentirá más fuerte, estará mas seguro, habrá traspasado esa barrera que tanto se le resistía. Mientras mira hacia arriba siente como sus miedos le consumen, pero sigue mirando hacia arriba, hacia el cielo, con los ojos bien abiertos. Se aprecia como la luz del sol entre la tormenta se refleja en sus cristalizados ojos, que transmiten desde el alma mensajes imposibles de descifrar para el lenguaje formal. Mientras la lluvia cae entre sus manos en su mente se escucha una melodía tan esperanzadora como de desamparo. Recuerda de un barco pasa muy cerca de él, casi en el último momento. 

Decidió ir a subirse, pero a la hora de la verdad  afloro una nueva ortiga en flor. Paciente, se miro las manos, y desde lo alto de la cima del trueno  se preguntó:-  porque, porque no viniste a mi y me diste lo que quería, si tanta fe tengo en ti? Entre la bruma el viento trajo una suave voz que susurró:-  y que querías? que yo fuera a por ti? Si hice lo que estuvo mis manos para salvarte,  ahora no tienes nada que reclamar, non tengo porque darte lo que quieres, no tengo porque saberlo, no es mi obligación. 

Tuviste tus oportunidades y las echaste por la borda..

Y entre una lluvia de rocas de fuego y escombros la equivocación murió despreocupada, ya que pasados 100 años nadie se acordara de sus errores.



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