miércoles, 5 de noviembre de 2014

Frío cálido

Hace frío, mucho frío. Serán sobre las ocho de la tarde, supongo. Hace tanto frio que no me arriesgo a sacar el móvil del bolsillo del pantalón para mirar la hora. Salí de casa para ir conectarme un rato, pero termine dando un largo paseo al lado del mar.

Mis musas han comenzado a rondarme, y susurrándome al oído me han dicho con claridad:
-Creo que tienes un problema. La droga benigna que te ronda ha creado un cierto mono en ti. Apareció como algo nuevo y revolucionario, fresco y sano, pero parece que te desgasta, a la larga creo que se convertirá en algo malo para ti. Mediante otros vicios pareces esquivar esa adicción y con el tiempo hasta dejas de darle importancia.

Pero un día de golpe, todas mis distracciones desaparecieron de la noche a la mañana, y de repente mi verdadera línea de heroína salió a la luz de nuevo.
Si, así de simple y así de complejo. Algo especial, con el tiempo me fui dando de cuenta, fui aparcando a un lado mi sexto sentido, lo que provocó en mí una ceguera temporal.
Que como es?
De verdad queréis saberlo?

Hasta yo creía saberlo más o menos, pero no es más que una lista de conceptos que unos días se ven más claros y al siguiente no. Hoy por ejemplo la veo así.
Es de esas personas que cuando vas por la calle deseas que doble la primera esquina, pero no ardes en deseos de establecer contacto verbal.
Ella es como el viento, como una corriente de aire que te empuja pero al mismo tiempo te provoca escalofríos que recorren toda tu columna vertebral.
Es la frescura, como si se pudiera decantar el agua inodora para conseguir el más embriagador aroma, una sensación que te nubla la mente desdichadamente a su antojo de forma arbitraria.
Ya os dije que era algo complejo y difícil de reflejar, pero eso es así, como un torbellino, un huracán, un ciclón, un tornado… Llamadlo como vosotros queráis.
Por fuera es furiosa, arroya todo a su paso, no importa el medio en el que se encuentre. Pero dentro, en el interior, en el ojo del Huracán, reina la paz y la harmonía del mismo Edén o utopía perdida, y encontrar el centro de la Tierra es un descubrimiento que no recomiendo, porque una vez dentro ya no se puede salir. Es un camino unidireccional, y tomarlo al parecer no es una decisión propia.

Llegados a este punto nos preguntamos:
Ha merecido la pena llegar al final? El resultado ha sido el deseado?
Todo indica que sí.
Pero las cosas una vez dentro con el tiempo cambian.

Como el buen caballero cabalga al rescate de la bella doncella, no siempre tiene porque ser así.
Un cierto día me dijeron un cita que me gustó “Quítate esa armadura que te impide caminar”…
Pero si aun camino es gracias a ella, y de momento no tengo intención de quitármela, porque las pocas veces que me despoje de ella las heridas recibidas han sido más mortales. El no disponer de su protección, me hace vulnerable. Por lo que cada vez que me la quito, me vuelvo débil.
Pero cada vez que me la pongo de nuevo es mas fuerte, como pasar de la tela al cuero, del cuero a las malla, de la malla a la placa.
Dije que no tenía intención de quitármela, y aun así, hace tiempo que la deje en la estacada.

Ella es como el viento, pero ahora mismo es como un mal resfriado.

(...)


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