Echar de
menos el primer saludo... El primer abrazo... La primera vez que me hizo reir,
y todas las demás... Echar de menos el brillo de sus ojos y ver mi imagen
reflejada en ellos... Echar de menos sus manos frías y calientes a la vez...
Echar de menos esperarle, incluso en esos momentos en los que sé que no va a
llegar... Echar de menos los latidos de su corazón cuando se acompasan al
mío... Echar de menos a manos llenas. Echar de menos en silencio, hasta
reventar.
Echar de menos sus pasos junto a los míos... Echar de menos los paseos
compartidos... Echar de menos las batallas por ser el mejor en las que no hay
nada que perder... Echar de menos soñar... Echar de menos los propios sueños...
Echar de menos sus gestos únicos... Echar de menos las veces en que me hizo
sentir único ... Echar de menos las veces en que me hizo llorar de alegría,
incluso las que ella no sabe que llore... Echar de menos a manos llenas. Echar
de menos en silencio, hasta reventar.
Echar de menos oír sus pasos y saber que se acercaba y sentir como el corazón
brincaba en el pecho de pura felicidad... Echar de menos sentirme vivo... Echar
de menos sentirme libre... Echar de menos sus caricias llenas de ternura...
Echar de menos la felicidad de los momentos cotidianos que viví... Echar de
menos las cosquillas que me hacia ... Echar de menos su carcajada por cualquier
cosa... Echarlo de menos a manos llenas. Echar de menos constantemente, sin
tregua ni descanso. Siempre en silencio. Hasta que el corazón revienta, presa
del sentimiento y se escapa una tímida palabra, un escueto gesto que vislumbra
ese echar de menos, aunque jamás lo hará en su pleno sentido... A manos llenas.
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