miércoles, 5 de noviembre de 2014

Murciélagos

Nada como la media noche para meditar rodeado de silencio y oscuridad. Las cosas más profundas se funden con las más triviales y todas encuentran un mismo sentido dentro de un aparente caos, como dentro de un caleidoscopio de pensamientos y sensaciones. La media noche es... mágica, casi sobre natural y aún, es una medida de tiempo, pero no es una hora exacta. 

Media noche es el punto nocturno en que uno se encuentra consigo mismo y abre sesión con ángeles y demonios, tiros y troyanos, moros y cristianos, monjes y cofrades. Regularmente mis medias noches son a eso de la 1 a.m., o a las 3 a.m., cuando el silencio me coge leyendo, en el ordenador o escuchando la radio. 

He tenido medias noches incluso a partir de las 8 p.m., en comunidades rurales en donde el campesinado  ya duerme por esas horas, ya fuere por las largas horas de trabajo o bien, porque no existe aún el servicio de energía eléctrica. He tenido medias noches también en el día, pero han sido muy, muy escasas, solo una en un desierto y otra...

En las ciudades es difícil conseguir medias noches, pero uno siempre encuentra el lugar aislado y seguro para apartarse del mundo, abrir con sumo cuidado su ajuar de pensamientos e ilusiones, sacarlos a pasear para su baño de luna. Envida me dan las brujas, imaginándolas danzar en bosques y claros, libres al aire en cuerpos desnudos. Quisiera desnudar así mi mente, de prejuicios y certidumbres. 


Solo a la media noche consigo ser un ser libre y auténtico librepensador.


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