Estaba
preocupado. Hinchado como un globo, cada bocanada de aire que recibía podía hacerlo
estallar, necesitaba deshincharse poco a poco, quitarse el harapiento sabor a
polvo. De la misma fuente emana la pura agua y fluye contaminada. Los
transcursos del día a la noche no conocen de amaneceres ni de atardeceres, el
sol ha desaparecido y la luna esta de vacaciones.
Pero en ese crepúsculo existe
una estrella, siempre brillante en su semblante, que incita al caminante a
seguir adelante en su camino, llueva o nieve. El resplandor late fervorosamente
a descompás del reloj de la mente inteligente, ganado un paso al viajante, cada
vez más impasible y confiado. Oh explorador, que arriesgas tu vida por un sorbo
de agua bendita, procedente de arroyos malditos... un sorbo de ella* hace a los
demonios desaparecer, a los ángeles dormir y a mi estremecer...
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